La imagen perfecta


Qué lindo se veía ese espacio vacío en la mesa, era la imagen perfecta. Sentí los escalofríos recorrer mi espalda y el nudo en la garganta. Me bastó un segundo pensar en que esa sola imagen reflejaba el aire de la casa. Mi casa. Mi casi casa. La que era mi casa.

Admitiste tarde tu falta de objetividad. Te engañaste inventando un cuento de hadas, donde obviamente eras la heroína. Jamás pensaste que eras la villana, jamás lo quisiste. Pero actuabas como ellas. Ciega. Sorda. Estúpida.


Con los escalofríos, aparece la confusión. La imagen perfecta no era tuya, ni mía. Era de otro. Era del terco, egoísta, ciego. Hermandad no era su palabra favorita y probablemente nunca la será.

Cansancio y noches infinitas son la compañía.

¡Venga soledad!

¡Venga tristeza!

¡Venga decepción!

(Pero váyanse pronto).

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